Pensar

Conversaciones eternas, en noches diminutas. Tener mil temas y que sean tan pocos. Parecer que creces en unos momentos lo que no has hecho en años, y darte cuenta de que no es así.

Caminar hacia casa, pensando en tus cosas y lo que ahora mismo ocupa cada pequeño momento del día. Estar estupidamente convencido de que ahora no tienes ganas de nada, y que nada puede ocupar tu tiempo de la misma manera.

Ver comentarios que días atras no tenían sentido y ahora los tienen. Pensar que todo se acaba, aunque posiblemente otras cosas empiecen.

Simplemente es una mierda que la coraza que quieres crearte y no consigues, otra persona la haya fabricado.

Que los momentos más dolorosos sean los que den reflexiones o escrituras más largas.
Estar desganado y simplemente no tener ganas de ello.

"Es normal que duela" me dicen y yo pienso, pero no quiero que sea así.

- Jode más aún, albergar esperanzas de que todo vuelva a ser como erá de volver al mundo de fantasia en el que viajabas hace tan poco -

Jaulas transparentes

Se oye batir unas alas. Con rapidez, frenesí y desenfreno. Revolotea en la jaula de alado, pero la puerta esta abierta. Es una oportunidad única que no puede desaprovechar para escapar, pero en lugar de volar lejos y no volver, se queda junto a la otra jaula, revoloteando a su alrededor.

En la otra jaula las alas, se mantienen plegadas, para resguardarse del frío, del miedo, de la cobardía. Cada noche, viene a visitarlo, silbando através de los barrotes, susurrando una melodía que le encanta, que el conoce, pero que ahora mismo no puede cantar. Esta mudo, sus cuerdas vocales no se mueven ni un apéndice.

El pájaro no desiste, en su intento de que su compañero de jaulas, cante a su compás. Pero con forme transcurre el tiempo, la canción se vuelve más cercana a lo inaudible.

Dentro de la jaula nota que sus alas se mueven del letargo, que quieren hacerle volar, hacerle libre y compartir las estrellas con su compañera.

Una noche cuando el pájaro pensaba que su amiga estaba cansada de venir a visitarlo y que esa noche dormiría sin el susurro de su voz, esta, con su pico mueve la puerta de la jaula que lo apresa y consigue dejar la puerta abierta.

Nuestro pequeño gorrión ve la puerta abierta, aunque esta indeciso, no sabe si salir o permanecer en la jaula acurrucado. Cuando finalmente se decide, echa a volar con fuerza. Gira su cabeza para ver que su compañera vuela junto a él y que las manchas redondeadas que ocupan gran parte de sus alas son más bellas que nunca.

Ella desde entonces vuelve cada noche, pero el pequeño gorrión no siempre vuela, hay días que se siente con energías y otros en los que simplemente tiene miedo de que si vuela demasiado, sus alas se partan como el cristal, y no sabe como poder decírselo a la pequeña. Pero con el paso de los días ella percibe que no es que no quiera volar con ella, si no simplemente que tiene miedo.

Sin embargo poco a poco, con confianza mutua, ambos volaban cada vez más lejos. Hasta que un día las manchas redondeadas dejaron de cambiar de forma con el movimiento de las alas. La pequeña había caído abatida al agua.

Desde entonces el pequeño no volvió a volar ni con tanta facilidad ni de la misma manera.